La restricción calóritica alarga la vida en todas las especies en que se ha probado, incluidos los monos. Poca gente se sometería a esta tortura, pero hay una alternativa que se empieza a distribuir en los laboratorios: comer la cantidad normal, pero ajustando al milímetro el balance de unos componentes esenciales de la dieta: las 20 clases de aminoácidos con que se construyen las proteínas. Uno de ello, la metionima, parece ser crucial, y un experimento con moscas reffuerza ahora la viabilidad de este enfoque.
El secreto de la eterna juventud es pasar hambre. La restricción calórica -comer un 30% menos de lo normal sin descuidar los nutrientes esenciales- prolonga la vida de las levaduras, los gusanos, las moscas, las ratas, los ratones, los perros y los macacos. No se sabe si funcionaría en nuestra especie, pero pocos científicos apostarían en contra. Si hay principios generales en biología, éste parecer ser uno de ellos.
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